Para mí, el veganismo es una filosofía que afecta a todos los aspectos de la vida. No es solo una dieta, sino una forma de vivir que busca reducir el sufrimiento de los animales y el impacto medioambiental de nuestras acciones.

Al principio, el camino al veganismo es abrumador. Cuando aprendes las cosas que les hacemos a los animales y el impacto medioambiental es imposible continuar con un modo de vida tradicional sin mentirte a ti mismo. Mi consejo es intentar reducir el máximo posible el consumo de productos de origen animal, y ser consciente de las dificultades que eso conlleva.

Cada uno define los límites del veganismo de acuerdo con su filosofía de vida particular, si no es muy sencillo sentirse hipócrita, por ejemplo:

El aspecto más complicado del veganismo es el aspecto social. Hay mucha gente que juzga a una persona por su modo de vida y, el veganismo, no es una excepción. Hay que tener paciencia con este tipo de personas, intentar explicar tu filosofía de vida sin entrar en discusiones sin sentido (como si comer huevos abandonados en una isla desierta cuando estás a punto de morirte es vegano o no). Además, al salir a comer por ahí con gente no vegana es muy normal acabar en restaurantes tradicionales, hay que preguntar con amabilidad si te pueden hacer algo especial y, si no, hay que adaptarse a lo que haya en el menú (normalmente una ensalada de lechuga y tomate que cuesta lo mismo que una hamburguesa completa). En todas estas situaciones se ha de tener paciencia, podemos llamar al restaurante con antelación o sugerir otro sitio (vegano o con opciones veganas).

Para terminar, hay una mala traducción de un rezo hinduista que me encanta y quiero compartir:

Que todos los seres en todas partes sean felices y libres, y que los pensamientos, palabras y acciones de mi propia vida contribuyan de alguna manera a esa felicidad y a esa libertad para todos.